El Siglo XVII en Menorca

Historia de Menorca

Durante este siglo la principal preocupación de los menorquines seguía siendo la defensa contra posibles invasores y piratas, que ya no son solamente los turcos y berberiscos, sino también los de naciones europeas en guerra con España.

El castillo de San Felipe va ganando en importancia y en tiempos de Carlos II llega a disponer de más de cien cañones de grueso calibre y la planta de la fortaleza se amplía con nuevos baluartes y revellines, que le dan su forma estrellada.

A principios de siglo se trabajaba en las murallas de Ciutadella, cuya guarnición durante el reinado de Felipe IV se componía de ciento treinta soldados.

El puerto de Fornells estaba desierto y en él se guarecían con toda facilidad las naves piratas. El gobernador don Baltasar de Borja emprendió la construcción de un fuerte junto a la entrada en la parte de poniente, colocándose la primera piedra el 5 de junio de 1625.

También se levantaron en la costa algunas torres vigías de defensa, cuya finalidad era advertir rápidamente, con señales de fuego, de la presencia de naves y escuadras. Datan de principios del siglo XVII las torres de Binissegarra, Es Banyul, Artrutx, Algaiarens, Binimel.là, Es Canutells, La Mola y Sant Nicolau de Ciutadella.

Las incursiones musulmanas si bien fueron de menor escala que en el siglo anterior no dejaron de inquietar constantemente a los menorquines y sobre todo a los habitantes de los predios cercanos a las costas. Era frecuente que durante la noche se presentaran algunas naves argelinas y sus tripulantes se dedicaran al merodeo llevándose como botín ganados y payeses, si éstos no conseguían defenderse y hacer frente a los enemigos.

Castillo de  Sant Nicolau

Castillo de Sant Nicolau - Fuente de imagen: www.menorca.es

La más famosa de estas incursiones es la que se produjo en la posesión de Ses Coves en la costa norte y que fue repelida por las fuerzas armadas de Alaior compuesta de unos 120 arcabuceros capitaneados por Bartolomé Pons y unos diez jinetes al mando de Miguel Barsola, señor de los predios de Binifabini, Lucatx y Ses Coves.

Otro problema que inquietaba mucho la vida de los menorquines era el bandolerismo. Cuando alguna persona era citada a juicio por ser insolvente o por haber tomado parte en reyertas callejeras, o por otros motivos, entonces si el inculpado por temor a la severidad de los jueces, que fácilmente condenaban a galeras o a la pena capital, dejaba de presentarse y se escondía, enseguida se publicaba un bando declarándole fuera de la ley y prometiendo recompensas a quien lo capturase. De ahí les vino el nombre de "bandejats" a estos individuos que se veían obligados a juntarse con otros bandidos ya habituales con los que formaban cuadrillas, viviendo del robo y huyendo de los que les persiguieran.

Desavenencias y discordias entre Ciutadella y Maó.

En este siglo continuaron las desavenencias entre las autoridades y además se acentuaron las discordias entre los pueblos de la isla. El régimen municipal estaba constituido por cuatro Universidades particulares, las de Ciutadella, Maó, Alaior y Mercadal, y la General de toda Menorca, en la cual Ciutadella tenía mucha preponderancia y esto no complacía a las demás poblaciones y sobre todo a Maó, que por la importancia de su puerto y del castillo de San Felipe, adquiría cada vez mayor rango y era frecuentemente visitado por las escuadras españolas, lo cual le llevó a hacer muchas tentativas para independizarse de Ciutadella y de la Universitat General.

Después de muchos intentos en 1641 se obtuvo una disminución de los votos, que Ciutadella tenía en la Universitat General y que los propietarios pagaran los impuestos no en donde ellos residieran, que era principalmente Ciutadella (la capital), sino en las Universidades en donde radicaran sus fincas y que los Síndicos de Maó tuvieran desde entonces el título e insignias de jurados.

Durante las guerras de España con Francia, Menorca estaba en constante peligro de ser invadida por los franceses y para evitarlo pasó a Maó en 1637 la escuadra del Almirante Oquendo, compuesta por once galeones. El almirante, por disposición del rey, se encargó durante un año y medio con interrupciones del gobierno de la isla y en el desempeño de este cargo dio gran impulso a la construcción de fortificaciones.

Desde entonces fueron muy frecuentes las visitas de escuadras españolas a Maó. El Alcaide de San Felipe adquiría cada vez mayor predominio y se enfrentaba a veces con las otras autoridades de la isla. En 1706 quedó constituido gobernador permanente de la misma, en perjuicio de las autoridades insulares, sitas en Ciutadella.

Antonio de Oquendo governador de la isla de Menorca en el  1637

Antonio de Oquendo governador de la isla de Menorca en el 1637